
Resulta imposible hacer un recuento exhaustivo de mitologías y leyendeas que revelan este tipo de presencias en todas las culturas antiguas a lo largo y ancho de nuestro planeta, si es que realmente podemos otorgarle el adjetivo posesivo.
A todo este conocimiento ancestral es preciso sumar las ingentes bolsas de información oral y gráfica que se producen cada día, y que, gracias a las tecnologías relacionadas con Internet se ponen en circulación por las redes y foros para el regocijo de los investigadores y foros de mente abierta, y desesperación de los estamentos gubernamentales y religiosos que se ven desbordados ante la velocidad con que vuela la información, y cada vez más incapaces de sugetar a sus fieles y de frenar un caudal de evidencias que son el preludio de un gran cambio que tiene como perdedores necesarios al conjunto de nihilistas enamorados del poder que durante milenios han puesto fuego al conocimiento y a los conocedores.

No obstante, a mí me sorprende notablemente comprobar como casi a la vez que se producen hallazgos fuera del tiempo o del orden natural supuesto por la ciencia y diversos credos, surgen de todos lados lados contranoticias y contrainvestigaciones dispuestas a desmentir por todos los medios estos hallazgos, si no es que se apresuran a destruir o contaminar las pruebas para hacer valer sus intereses por encima de todo.
Supongo que hacer público un contacto oficial con civilizaciones extraterrestres traería una inmediata disolución de fronters, porque la frontera entonces sería el espacio, o la tecnología, y lo mismo ocurriría con los principales estamoentos religiosos, que tendrían que reescribir la historia, finiquitar evangelios y quedarse en paro, o peor, pasar de la ostentación absoluta al ridículo absoluto, decididamente no lo pueden permitir.
Mas la experiencia de milenios de oscuridad les ha hecho tremendamente eficaces, aún hoy, en que sus tentáculos son más rápidos que los pies alados de las nuevas comunicaciones.
Ejemplo de ello es el artículo que les deseo presentar. Se trata de uno de los mejores hallazgos arqueológicos que tengo conocimiento. Un hallazgo silenciado y emborronado en la oscuridad del anonimato y de bruma de una curiosa siembra de falsas pruebas, aderezada con la desaparición de los restos y de su descubridor.
También me sorprendió lo rápido que se han avalanzado los buitres de noticias sensacionalistas y las víboras del ocultismo profesional, sobre los yacimientos donde se encontraban estos restos, para profanar y corromper la escena, casi como si conocieran lo que guardaban las entrañas de estos yacimientos para saltar sobre ellos tan pronto como se produgeran los hallazgos.

Yo he recorrido Egipto y me llevé la sensación de que la arqueología científica tenía perfectamente controladas las excavaciones y los procedimientos.
Pero parece que no, no es así. Parece que siguen haciendo de las suyas los arqueólogos de pico y pala (y dinamita) del siglo XIX, heroificados por codiciosos personajes como Indiana Jones, que desmantelaban lo que se les ponía a tiro.
El primer caso es el de un hallazgo de 1997 por parte de un alqueólogo checo retirado (o refugiado) en Pensilvania, USA, en cuya universidad expone fotografías y resultados de las excavaciones realizadas en Lahun (Egipto) en la tumba de uno de los dioses de la dinastía 12, llamado Senusret II o Sesostris II.
El investigador obviamente no puede dar su nombre, y aparece en revistas y blogs con el pseudónimo de Viktor Lubek, nombre que ha servido para que todo aquel que quiera omitir su trabajo pueda escudarse en que no existe nadie con ese nombre que encaje en la descripción. ¡Manda huevos, ¿para qué son entonces los pseudónimos?!!!
Nada más darse la notica, no del descubrimiento, sino de su publicación, se hecharon encima los de esa secta ufológica de los "reptilianos" para terminar de emponzoñas el asunto, puesto que estos, son como el rey Midas pero al revés, todo lo que tocan lo convierten en mierda, con perdón.

Los ineptos pseudoperiodistas y blogueros de tercera que lanzaron estos artículos copiados al pie de la letra unos de otros, añaden además una imagen donde aparece un moral borrado malamente donde aún se aprecia uno de estos "grises" de toda la vida, para dar la sensación a cualquier profano en egiptología que esas tres imágenes (la de Lubek, la de Carter y la del mural) son las únicas pruebas o indicios arqueológicos que tenemos para suponer que los extraterrestres estuvieron con nosotros durante todo el desarrollo de la civilización.
Entre listos obedientes y tontos de remate que venden a su madre por atraer visitas a su blog o revista, tenemos como resultado un mar de confusión donde sólo existe otra prueba incontestable de que verdaderamente tuvimos una familia sagrada en la Tierra, y que realmente existieron, no un hombre-dios como nos han hecho creer en la infancia, sino muchos, la mayoría de los faraones de Egipto, además de otras grandes líneas en Perú y Mesoamérica, conocidas de momento.
Pero donde más se ufanan los desprestigiadores de las nuevas ciencias, y los prestidigitadores de la información (o tóxico informantes) es, en que no se encuentra por ninguna parte el ayudante de Sesostris II que aparece en la foto de Lubek, cuyo nombre aparece en las paredes del sepulcro, y es, Osirunet, que significa "el navegante de Osiris" o "navegante de Sirio", y que muchos traducen como "viajero de las estrellas".


Desde aquí rompo una lanza por esta magnífica foto, totalmente auténtica, y brindo por el asesor de Sesostris II, el bello Osirunet, que como el propio Osiris supongo que fornicó hasta la saciedad para poner en la especie humana una gotita de sangre gris, un gota de esperanza. Esperanza que no me van a arrebatar chismosos digitales ni la voz atronadora de la academia ni de la bestia que se sienta en Roma.
Ya os queda menos.